viernes, 18 de abril de 2014

Adiós Gabo

Un jueves santo al igual que Úrsula Iguarán, la mujer fuerte y decida, pilar de Macondo, muere Gabriel José de la Concordia García Márquez. Gabo, para aquellos atrevidos que -algunos-  sin haber viajado a ese mundo irremediablemente mágico, lo nombran como a un vecino a quien se saluda todos los días.
Y es que los colombianos (es el único platanal que conozco), acostumbramos la mirada, los sentidos, nuestros oídos a este paisaje maravilloso que nos rodea y sólo reconocemos lo bello que nos conforma cuando un extranjero nos lo recuerda o cuando lo hemos perdido.
Aunque sí, García Márquez alcanzó el reconocimiento en vida, es ahora cuando los colombianos nos damos golpes de pecho y salimos corriendo a las librerías a comprar sus obras (hasta serán capaces de decir que Memorias de mis putas tristes, es un clásico de la literatura).
El valor que tiene Gabo, para los colombianos, es que refleja esa idiosincrasia nuestra (no sólo de la región costeña) que llevamos en la sangre, esa pasión con la que los colombianos hacemos cada cosa, ese ingenio con el que construimos historias amalgamadas de realismo y magia, esos agüeros que hemos heredado, esas costumbres, ese contraste, en fin, ese día a día que vemos en los noticieros (detrás de tanta guerra y sangre) o en las redes sociales y que llamamos "Colombianadas", eso es lo que somos, en esencia, y Macondo pareciera ser el lugar donde nació Colombia para el mundo, porque los turistas vienen a nuestra tierra buscando la fantasía prometida por este embajador (comunista o no) del país más feliz del mundo, y encuentran lo mágico detrás de la primera montaña o con cualquier paisano en un semáforo.
Leámonos nosotros mismos, abramos nuestros ojos a lo extraordinario de nuestra realidad (¿Qué más extraordinario que la sobrevivencia de nuestro pueblo?) y nos daremos cuenta que este grande sólo tuvo la tarea de escribir las historias sobre las que se tejen nuestros días.
 
Cynthia Piedrahita J.
Abril 18 de 2014.